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06/09/2022

Río Bravo Blues: De la edición

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Portada del libro. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 6 de septiembre de 2022- He narrado ya los antecedentes de la publicación de mi libro de cuentos titulado Río Bravo Blues, corresponde ahora narrar la gestación del mismo.

Cuando se me exigió que presentara el libro para el cual se me habían entregado los recursos solicitados, me ocupé de ello. Lo primero que decidí fue imprimirlo en la rotativa de El Mexicano donde colaboraba con una sección denominada «El Fronterizo - Episodios Históricos Juarenses».

El Mexicano fue adquirido por el general García Valseca para incluirlo en su cadena nacional de periódicos, lo denigró al convertirlo en vespertino y fortaleció como matutino a El Fronterizo. Años después la cadena fue adquirida por la Organización Editorial Mexicana.

Rafael Navarro era el director, él consiguió la publicidad de la UACJ y en un acto de gran generosidad, que siempre agradeceré, me confirió íntegros los ingresos publicitarios de la universidad.

Así que diseñé el libro, con una serie de lujosas características que comprendían desde el tamaño de la tipografía hasta una vasta cantidad de ilustraciones, casi como si se tratara de un libro de arte.

Antonio Rueda, un joven diseñador de El Mexicano, me ayudó con la formación de los originales para obtener los negativos para realizar las placas de impresión.

Así fue impreso y en una troca del periódico transportamos al taller de la revista Semanario, ubicado a una cuadra del vespertino, la impresión para cortarla y armar el libro.

–Pero, ¿qué haz hecho, Rubén? –me dijo Jesús Lemus, Chukis, el jefe del taller–. ¡Ese papel, por lo delgado que es, es el más difícil de trabajar!

Y la razón le asistía.

Lo primero que nos percatamos es que como la prensa del periódico era antiquísima y carecía de mantenimiento, la impresión quedó totalmente desajustada, de tal suerte que para salvarla había que permitir que las guías de corte fueran visibles en buena parte de la edición.

Después, cuando los mil cuadernillos quedaron listos así como impresas (en cartoncillo) las portadas, ahora sí sólo restaría la encuadernación.

Sin embargo, como el libro había quedado muy delgado, no se pudo encuadernar mecánicamente; así que había que encuadernarlo manuelmente. Ismael Díaz Flores me ayudó entonces, con mi asistencia, en esa tarea hasta que por fin quedaron listos los mil ejemplares.

Al concluir no sabía si había editado un libro o si había gestado una mayúscula obra de artesanía.






















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